- XXI -
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||||
Y
siempre fue un nuevo regresar,
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un
lento aproximarse de la noche,
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un duro
avanzar de la existencia,
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un
recobrarse a solas, un decirle a las sombras:
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||||
«Esperad,
esperad al hombre.
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No le
rechacéis, guardadle bien, que es vuestro hijo...».
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||||
Suave
lumbre de oro iluminaba tus tardes,
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||||
y
árboles redondos iban basta el confín,
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hacia
brumas azules con reflejos ardientes,
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||||
hacia
el confín del toro y la nube de fuego.
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||||
Era la
tierra roja, con peñas, con tardones,
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donde
crece el tabaco
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de
blancas flores como pequeños cálices.
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||||
Dos
mujeres había, dos mujeres junto al pilón.
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Había
brisa caliente y las dos pilaban con los mazos del pilón.
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||||
Pilaban
el maíz para el pan,
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como si
tocaran un tambor,
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||||
un gran
tambor,
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en la
tarde de tu inflamado corazón.
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||||
Temblaban
sus pechos al golpe del pilón,
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||||
y la
brisa removía sus negras y ondulantes cabelleras,
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||||
—97→
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y
levantaba las flores de su falda
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||||
y ellas
reían, reían, entre los golpes del pilón,
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||||
reían
hasta la noche,
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||||
donde
los venados corren por un delirio de oro
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- XXII -
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||||
¿Habías
visto, acaso, cómo ardía la soledad de tu sangre,
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||||
en
medio del ancho mundo con océanos, llanuras y montañas?
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||||
¿Cuál
era tu angustia, y tu afán y tu oscuro descontento?
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||||
¿No
sabías, acaso, que deambulabas en tu propio drama,
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||||
con tus
harapos incendiados, huyendo a través de las sombras,
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||||
con tu
boca, tus manos y tus sienes en el fuego,
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||||
en la
sombra, en la soledad, en la existencia,
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||||
como
aquel que se debate en su sueño anónimo y sombrío?
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||||
Había
una hora en las tabernas para ti,
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||||
junto
al marinero, y al beodo, y al abandonado, y al triste,
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||||
y junto
a la prostituta
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||||
que
lucha con su corazón y sus recuerdos,
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||||
y
quiebra copas contra los muros del mundo,
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||||
y ríe y
canta, y ríe en la tristeza,
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||||
y
siempre ama con su extraño corazón.
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||||
Y había
una hora a la sombra de un gran ceibo para ti.
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||||
Y había
una hora que no era de ningún sitio para ti.
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||||
Tú eras
un hijo de la tierra,
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||||
moviéndote
en la tierra, en las ciudades,
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||||
en los
campos, hundido en tus solitarios recuerdos,
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||||
bajo
los vientos que barren los anchos arenales del crepúsculo.
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- XXIII -
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||||
Yo
vengo de esa hora que soporta la tierra,
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||||
donde
estaba tu vida contra los huracanes,
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||||
frente
a las puertas selladas ante las bocas mudas.
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||||
¿Acaso,
lloraste a veces bajo la medianoche,
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||||
cuando
las estrellas te llevaban a tu cielo?
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||||
¿Acaso
te arrepentías?
|
||||
¡Ah,
pero tus manos podían soportar toda tu soledad,
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||||
y te
daban el pan!
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||||
Y
entonces miraste en los ojos de los pobres,
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||||
de los
mendigos que guardan en los rincones de las ciudades.
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||||
¡Ah,
los mendigos!... ¡Ellos, los mendigos!...
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||||
Tan
parecidos a los viejos muros y a los santos...
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- XXIV -
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||||
De todo
tu andar de antiguo caminante,
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||||
de todo
tu sufrir en desamparo,
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||||
de
soportar el peso del hacha o del saco,
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||||
de
asistir al herido y repartir el pan,
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||||
sólo te
quedó una casa,
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||||
a cuya
puerta escribiste algunas palabras de la Biblia.
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||||
Aquella
casa fue mi casa.
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||||
Mi casa
pintada de cal, allá en mi aldea,
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||||
escondida
entre el café y el cacao.
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||||
Otras
casas había, rojas, azules, verdes, amarillas,
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||||
en mi
aldea, que entre árboles
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||||
jugaba
con niños y caballos.
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||||
Había
una plaza con cabras y almendrones de apacible sombra,
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||||
y una
iglesia de donde salía un Cristo,
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||||
en una
urna de cristal, cuando la Semana Santa.
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||||
Yo nací
en tu casa con palabras de la Biblia,
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||||
y allí
estabas callado, con tus libros,
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||||
junto a
mi madre y a mis pequeños hermanos.
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||||
Allí
estaban tus noches,
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||||
todavía
con las estrellas de otro mundo,
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||||
y allí
tu amorosa soledad, tu vida, tus recuerdos.
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||||
—101→
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||||
Y allí
estaba yo como una angustia para ti,
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||||
y tu
trabajo y el sudor de tu frente;
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||||
y el
canto de los sapos en las sombras,
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||||
y el
tinajero en el corredor de la medianoche,
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||||
y las
lluvias nocturnas que nos lanzaban a un oscuro amanecer.
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||||
¡Estábamos
tan cerca de los árboles, del río y la montaña!...
|
||||
Yo con
mi alegría donde cantaba el cristofué,
|
||||
tú con
tu vida dura, con golpes y nostalgias,
|
||||
de pie
ante los días de mi infancia.
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- XXV -
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||||
Están
en ti mis orígenes,
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||||
mis
dioses, mis resinas, mis sueños.
|
||||
En tu
vida de ayer y en tu muerte de hoy,
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||||
en el
grave silencio que te guarda
|
||||
en un
bosque de flores de elevados tallos
|
||||
en la
penumbra de la música y las luciérnagas.
|
||||
Vas por
comarcas de iluminadas grutas,
|
||||
de
reflejos violetas y de truenos azules,
|
||||
sin
haber interrumpido la ascensión de tu ser,
|
||||
porque
la muerte nos acoge en sus leyendas
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||||
y en
sus graves dominios de cerezos en flor.
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||||
Ella...
Ella... La que nos devuelve la memoria
|
||||
doliente
de la esposa, del hijo, del amigo,
|
||||
y
acerca los perros a las tumbas,
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||||
y agita
mariposas en torno a nuestra frente,
|
||||
y da
suaves movimientos a los retratos en los aposentos.
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||||
Ella...
Ella... La que tan ardorosamente ignoramos.
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||||
¿Cómo
he de aguardarla yo en mi angustia?
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||||
¿Qué
anuncian los coros que a veces oímos
|
||||
más
allá de las arboledas vespertinas?
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||||
¿En
cuál de nuestros oscuros sobresaltos
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||||
ha
estado junto a nosotros, mirándonos,
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||||
—103→
|
||||
desde
su ventana de frío e inolvidables pinos,
|
||||
como en
un espejo de sufrimientos
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||||
y de
hundido son de campanas,
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||||
en ese
momento en que nos miramos el rostro con indiferencia,
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||||
con
recuerdos, y pensamos en el pan de todos los días?
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||||
Venimos
de la noche y hacia la noche vamos.
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||||
Tú eres
ya el habitante de los reflejos y los ecos,
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||||
pero
aún oigo tu voz y tu corazón y veo tu sonrisa
|
||||
y tu
barba blanca y tu mano fuerte.
|
||||
Tu
mano, que un día, tuyo, y con palabras tuyas,
|
||||
de
alguien se despedía desde un golfo perdido,
|
||||
en ese
momento en que aprendías a estar solo,
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||||
viendo
los distantes navíos, los amantes en las playas,
|
||||
los
pescadores moviendo sus barcas hacia las olas. Eras el que sabía avanzar con
su vida,
|
||||
entre
las cosas que están aquí,
|
||||
para el
hombre, para el que vive, para el que se debate.
|
||||
Las
cosas que están aquí sobre la tierra,
|
||||
y pasan
junto a nosotros para habitar en la memoria
|
||||
y
edificar nuestra existencia resonante.
|
||||
Vienen
de ti mi afán y mis palabras,
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||||
y es tu
sangre la que dice con mis labios:
|
||||
hierro,
pan, campana, frente, piedra, flor, caballo,
|
||||
casa,
sartén, naranjo, césped vespertino,
|
||||
romero,
yerba, clavo, cayena y astromelia.
|
||||
Y está
aquí mi existencia con hijos en las horas,
|
||||
con
hijos que me llaman en las horas,
|
||||
—104→
|
||||
buscándose
a sí mismos en las horas.
|
||||
Y estoy
aquí para llevarles pan,
|
||||
y andar
por la ciudad con mi destino,
|
||||
correr
entre relojes con mi angustia,
|
||||
y
contemplar los astros, y mirarme las uñas,
|
||||
y
gritar hacia adentro y hacia el mar,
|
||||
y hacia
la noche, y hacia mi madre,
|
||||
y hacia
los grandes estremecimientos del mundo.
|
||||
Y estoy
aquí buscando las respuestas de mi sangre
|
||||
los
signos solitarios que me hieren,
|
||||
mis
huellas que me siguen en la tierra,
|
||||
mis
huellas que vienen de tu vida,
|
||||
padre
mío, padre de mi pesadumbre.
|
||||
Y de mi
poesía.
|
- XXVI -
|
||||
Aquí
donde el caballo le da un trono al mendigo
|
||||
entre
los tapices cárdenos de la tarde,
|
||||
aquí
donde la hora sella labios malditos,
|
||||
levantando
humaredas, viviendas fantasmales,
|
||||
aquí
los gritos caen, las blasfemias, los llantos.
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||||
¿Queréis
ser los arrepentidos?
|
||||
Aquí ni
la palabra ni el gesto nos sostienen,
|
||||
y los
huesos encuentran su tenebroso espejo.
|
||||
Aquí
sólo el misterio puede encender su lumbre
|
||||
y
acoger nuestro fin con brillos de azucenas.
|
||||
Mirad
aquí los cráneos,
|
||||
las
blancas calaveras que se enturbian,
|
||||
las
frentes bajo los días de lluvia,
|
||||
las
frentes rodando,
|
||||
esperando
las guitarras y la danza.
|
||||
Se
apoyan a las piedras con su reír eterno.
|
||||
Miradlas.
Tan parecidas a vosotros.
|
||||
¿Recordáis
vuestro aposento,
|
||||
vuestras
oscuridades, vuestras monedas,
|
||||
vuestras
manos ensangrentadas?
|
||||
—106→
|
||||
Miradlas
con sus frentes de frío y de tiniebla.
|
||||
Bajo la
noche.
|
||||
Ellas
nos esperan en el temblor de la sagrada sombra,
|
||||
ante el
que pasa indiferente al lado del mendigo.
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- XXVII -
|
||||
Hijo
desencadenado soy,
|
||||
furia
reconquistada,
|
||||
ensoñación
ante las puertas sagradas.
|
||||
El
resplandor ha coronado mi frente,
|
||||
y la
cumbre derrama sus hielos bajo el sol.
|
||||
Oye mi
soledad cuando te llamo
|
||||
desde
los precipicios.
|
||||
Escucha
las campanas siderales
|
||||
doblando
sobre las aldeas crepusculares.
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- XXVIII -
|
||||
Tú, que
me lanzaste sobre la tierra y hacia la nada,
|
||||
desde
el círculo incendiado de tus experiencias,
|
||||
desde
todas las puertas cerradas,
|
||||
desde
la calles perdidas,
|
||||
desde
los perros que aúllan frente a los cadáveres,
|
||||
desde
los puertos que inflaman
|
||||
sus
alcoholes en la noche,
|
||||
desde
la pobreza que va huyendo por las callejuelas,
|
||||
desde
las mañanas, desde aquel cielo de samaritanas,
|
||||
desde
aquellos cerezos temblorosos,
|
||||
a cuya
sombra mi madre
|
||||
esperó
que yo viniese de ti como el sencillo regalo de un pobre;
|
||||
tú,
junto a ella, levantas mi sombra
|
||||
en los
valles de mi propio corazón.
|
- XXIX -
|
||||
Arden
puertas oscuras hacia el fondo
|
||||
de
muros solitarios,
|
||||
hacia
la escala antigua de Jacob.
|
||||
Resbalan
las maderas, los metales,
|
||||
cayendo
en las tinieblas como lenguas,
|
||||
en la
sangre que hierve,
|
||||
hacia
rostros oscuros,
|
||||
y aquí,
junto a mi alma,
|
||||
se
abren flores azules
|
||||
en
medio al resplandor.
|
||||
Detrás
están las llamas saliendo de la madera,
|
||||
detrás
están los vientos de las constelaciones.
|
||||
Una
espada, una espada, una espada que brilla
|
||||
derriba
un árbol negro.
|
||||
Ahí va
como un río el mármol por la noche,
|
||||
y
resuenan las voces
|
||||
de las
almas que llegan al panteón nocturno.
|
- XXX -
|
||||
Venimos
de la noche y hacia la noche vamos.
|
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