lunes, 13 de febrero de 2012

MARTÍN FIERRO



Un poco de Historia

En argentina durante los siglos XIX y XX convivieron el europeo, el criollo, el negro, el mestizo, el indígena y el inmigrante. Se entendía por europeo, desde la Colonia, al nacido en España principalmente, cuyos derechos políticos y sociales estaban garantizados por el gobierno. Se entendía por criollo a los hijos descendientes de europeos, nacidos en América o en cualquier parte del mundo. En el Río de la Plata se llamaron criollos, por oposición a españoles, los que lucharon por la libertad y la independencia. Luego la denominación se extendió al argentino, en general, y particularmente al hombre de campo. En cuanto a los negros, su ingreso se produjo durante el tráfico de esclavos a fines del siglo XVII. La Asamblea Año XIII abolió la esclavitud, por lo que muchos negros fueron libres, formaron familias y se entregaron en la sociedad. En el siglo XX, el término “negro” se aplicó a los integrantes de un sector de la sociedad económicamente postergado, aludiendo al color oscuro de la piel que tienen los habitantes de varias regiones del país con mezcla indígena. El apodo ”cabecita negra” se adjudicó a los que trabajaron en la industria y en la construcción, durante el gobierno de Perón. Se entendía por mestizo a los nacidos de padres de distintas razas (en especial uno negro y otro blanco).

Los indígenas se fueron mezclando con los europeos, y actualmente quedan pocos. Fueron perseguidos desde la época de la conquista española, fueron despojados de sus tierras en la conquista del desierto, se han reducido numéricamente, pero conservan sus costumbres. El término “inmigrante” reemplaza paulatinamente a “europeo” cuando comienzan a llegar a nuestras tierras familias en busca de trabajo y bienestar. Las primeras oleadas de inmigraciones surgieron en el último cuarto del siglo XIX hasta el siglo XX. Las causas de inmigración son entre otras, las guerras, las crisis económicas y la falta de trabajo. La expresión “hacer la América” se refiere al objetivo de aquellos inmigrantes que querían mejorar su economía para volver a su país, pero la mayoría no volvió, dejando raíces en América.


Las oleadas inmigratorias que desembarcaron en Buenos Aires durante varias décadas fueron modificando el aspecto de la ciudad. Las distintas comunidades se agruparon en barrios (judíos en Once y en Villa Crespo, y genoveses en la Boca, entre otros) y se centraron en actividades especificas (por ejemplo el italiano verdulero). Nacieron los conventillos por el crecimiento de los habitantes, en los cuales convivían criollos e inmigrantes, cuyas familias se mezclaban, naciendo así nuevos argentinos. Las primeras crónicas y poemas de la conquista dan al indígena un protagonismo salvaje frente al español que viene a traer la civilización. El indígena como figura literaria aparece en obras importantes, como por ejemplo “La auracana” de Alonso de Ercilla. El romanticismo rescata la figura del aborigen como polo apuesto al hombre civilizado (por ejemplo en “La Cautiva” de Esteban Echeverría).

Muchos autores estudian la figura del aborigen, sus costumbres y tradiciones, sin entrar en aspectos comparativos con los blancos, particularmente con el gaucho, a quien se lo presenta como la oposición natural del indígena. En “Martín Fierro” de José Hernández, se pone de manifiesto, con nítidos perfiles, dicha oposición. Al gaucho se lo pinta a veces como haragán, es hábil en el canto, en la danza, en el cuchillo y en ciertas tareas manuales. Se lo muestra errante, sin rumbo fijo, pero no pocas veces tiene mujer e hijos a los que mantiene y educa. Sarmiento, en el “Facundo” describe varias clases de gauchos: el rastreador, que según la obra son todos los del interior; el banqueano, que es un gaucho grave y reservado, que conoce las llanuras, bosques y montañas; el malo, que es vándalo y que no cumple con la ley; y el cantor, que no tiene residencia fija, que siempre está cantando acompañado de su guitarra.

Dentro de las culturas, generalmente aparecen mitos. Para definir este término dentro del campo social y cultural se debe distinguir entre los mitos de creación, los mitos ideológicos y religiosos, y los mitos heroicos. La aparición del hombre a partir de la tierra es un mito de creación; las andanzas de los dioses y los héroes mezclados con los hombres son mitos religiosos, las narraciones sobre la eterna degradación de las condiciones de vida en la tierra y la posibilidad de volver a los tiempos felices del hombre constituye un mito ideológico, la transformación de un personaje real en un ser sobrehumano es un mito heroico. El mito se inventa para sobrellevar la vida y se convierte en camino para figurar en la historia.

El Martín Fierro, que tiene como protagonista al gaucho, es típicamente lo más nacional que tiene Argentina. El gaucho tuvo como vivienda “el campo”, vivía en tierras prestadas o fiscales, dedicándose a la cría de pequeños rebaños y a la jineteada. Participó del proceso de independencia nacional, integrando milicias contra las invasiones inglesas, defendiendo en 1810 al primer gobierno nacional, y también defendiendo la frontera norte en 1816. Los gauchos actuaron como la base social del modelo federal, y los caudillos defendieron sus libertades. Rosas y su gente incorporaron al guacho en la lucha contra los unitarios y también contra sus adversarios internos y externos. En 1853 se marginó al guacho, ya que se introdujeron nuevos métodos de trabajo rural, el ingreso de inmigrantes especializados, el alambrado que delimitaba las grandes propiedades, y se consideró importante la incorporación de nuevas áreas para cultivo y cría de animales. Como consecuencia se organizó la conquista del desierto, guerra en la cual participó el guacho, en la lucha contra el indio. Muchos murieron, otros perdieron sus tierras y en general terminaron en la pobreza absoluta. Las tierras obtenidas aumentaron las propiedades de los latifundistas.

En 1850 los pequeños propietarios trabajaban como peones y dependientes, ya que sus bienes habían sido confiscados. Por esto, los habitantes pobres trabajaron como mano de obra en las estancias durante los meses de actividad, pero sufrieron la miseria durante los meses de inactividad. Esto tuvo apoyo en la Ley de Vagos, que sancionaba con la reclusión para defender la frontera en la lucha contra el indio, a los que no pudieran acreditar legalmente su trabajo como dependientes o que hayan estado “vagueando” en fiestas. Los intelectuales estaban en desacuerdo con la manera de pensar y expresarse que se daba en el mundo de la “barbarie”. La oposición creada por Sarmiento para explicar la situación sociopolítica y cultural del país era una realidad compleja, ya que los intelectuales hicieron circular entre “las letras” las voces “iletradas”. La poesía gauchesca es la absorción del estilo y de los temas de la poesía oral de los gauchos, cuya lengua se modificó con fines estéticos, resultando una lengua literaria o artificial.

La poesía gaucha se expresó en forma anónima y se cantaba acompañando con la guitarra. Permaneció unida a los temas de la tradición española, a los que agregaron otros originales, relacionados con el ámbito rural. La primera obra conocida de la literatura oral gauchesca es “El amor de la estanciera”, de autor anónimo, estrenada en Buenos Aires en 1790. En esta, se valora al gaucho, se reproduce el habla regional y las tareas que este realiza en el ámbito rural. Tradicionalmente, se propuso una descripción de la gauchesca en la que el Martín Fierro es la culminación más perfecta de las posibilidades de este género. Así, se dan tres momentos:

1. Los orígenes, hasta 1830. Su representante más importante es Bartolomé Hidalgo con sus “Cielitos” (que tenía temas sobre el proceso independista), y “Diálogos patrióticos”, que reproduce un diálogo moralizante entre dos guachos;

2. El desarrollo, a partir de 1830, expresado por la poesía de Hilario Ascasubi y Estanislao del Campo;

3. La culminación: José Hernández, con “El gaucho Martín Fierro”. De acuerdo con el esquema, las obras posteriores marcarían la etapa de finalización del género.

JOSÉ HERNÁNDEZ

José Hernández, nacido en Perdriel, San Martín, 1834 y muerto en Buenos Aires en 1886, fue el poeta argentino, autor de Martín Fierro, obra cumbre de la literatura gauchesca y destacado clásico de la literatura argentina. De pequeño estuvo al cuidado de tíos y abuelos mientras sus padres trabajaban en el campo. Estudió en el Liceo Argentino de San Telmo, pero una enfermedad del pecho le hizo abandonar Buenos Aires y reunirse con su padre en un campo de Camarones; para entonces la madre había muerto. Allí el joven Hernández permaneció unos años, impregnándose del mundo rural. Regresó a Buenos Aires, tras la batalla de Caseros (1852), y se vio involucrado en las luchas políticas que dividieron al país después de la caída de Juan Manuel de Rosas. De convicciones federales, se unió al gobierno de la Confederación, enfrentado con Buenos Aires. Para 1856 algunas fuentes lo sitúan en Paraná; otras atrasan esa residencia hasta 1858, pero lo cierto es que Hernández trabajó en dicha ciudad como empleado de comercio y que participó activamente en la batalla de Cepeda (1859) junto a Justo José de Urquiza.

Después se retiró del ejército, obtuvo el cargo de oficial de contaduría y pasó a desempeñarse como taquígrafo del Senado. Volvió a luchar con las tropas confederadas que sufrieron la derrota de Pavón (1861). Se dedicó entonces al periodismo colaborando en El Argentino, escribió en el Eco de Corrientes y fundó más tarde, en Buenos Aires, El Río de la Plata, diario de vida efímera donde denunciaba la situación de los habitantes de la campaña. El 8 de junio de 1863 se casó con Carolina del Solar; ese mismo año fue asesinado el caudillo riojano que le inspiró la serie de artículos recopilados con el título de Vida del Chacho. Rasgos biográficos del general Angel Vicente Peñaloza. En ese texto, primer enfrentamiento con Domingo Faustino Sarmiento, muestra su calidad como cronista y su notable capacidad para la polémica.

La suerte de Hernández siguió los cauces de los avatares políticos. Obligado al exilio, en el sur de Brasil escribió los primeros versos de El gaucho Martín Fierro (1872), que completó y publicó a su regreso a Buenos Aires. Después de un nuevo exilio en Uruguay, retornó definitivamente a Argentina en 1875 y resultó elegido diputado por la capital en 1879, año en que publicó La vuelta de Martín Fierro. En 1882 dio a conocer Instrucción del estanciero. Tratado completo para la plantación y manejo de campo destinado a la cría de hacienda vacuna, lanar y caballar, libro que, pese a lo específico del título, tiene un marcado cariz político. Murió en su quinta del barrio de Belgrano, el 21 de octubre de 1886.

La vida de Hernández tuvo un papel fundamental en la configuración de su obra maestra: Martín Fierro, escrita en 1872 la Primera Parte y en 1879, la segunda. José Hernández se crió en el campo, con los gauchos, en plena lucha con la tierra y con los peligros que significaban los indios y los maleantes, su formación cultural fue autodidacta. Pero eso mismo dio carácter al hombre y a su vida, y cuando la Argentina formada en la colonia gana con su esfuerzo y su sangre la independencia, y en la nueva organización el gaucho queda en condiciones de inferioridad, llamado a desaparecer ante el empuje del criollismo más civilizado, el poeta empuña su lira en defensa de su pueblo, con el que se identifica, aunque él es criollo, y compone en las estrofas de las dos partes de su Martín Fierro el poema nacional argentino, la gesta de un país que se desarrolla y transforma, y de una raza que declina y va camino de su extinción: tal es el alcance significativo de esta dramática historia de un gaucho despojado y perseguido por la arbitrariedad del poder político y jurídico de las ciudades. Cuando Hernández escribió el Martín Fierro, la poesía gauchesca ya estaba consolidada como género literario. La definían un conjunto de fórmulas, tópicos y temas: el predominio de la forma del "diálogo", que reunía en sí una buena cantidad de rasgos gauchescos, tales como el ritual del encuentro, las fórmulas de salutación, las alusiones a los aparejos del caballo, el ofrecimiento de mate, tabaco y bebida o las quejas sobre la situación política o la personal.

Estas quejas, a su vez, servían como punto de partida del relato desarrollado por cada uno de los personajes, construido siempre sobre motivos políticos, o bien sobre asuntos personales que tenían como trasfondo una determinada circunstancia política. Ésta es otra de las señales que contribuyen a definir lo gauchesco, ya que la elección de los personajes, los temas y el lenguaje rústico estuvo casi siempre ligada a opciones que desbordaban lo literario y remitían a lo político. Todas estas características aparecen ya en los "Diálogos patrióticos" de Hidalgo, en la poesía antirrosista primero y antiurquicista después de Hilario Ascasubi y (desprovisto de todo alcance político o militante, pero como una brillante síntesis formal de sus predecesores) en el Fausto de Estanislao del Campo. Pero el Martín Fierro, evidente beneficiario de la tradición de la poesía gauchesca, rompe sin embargo los moldes del género. El tradicional encuentro y el subsiguiente diálogo son reemplazados por un monólogo que modifica de manera radical las figuras del emisor y receptor del poema, y que reproduce la situación del antiguo gaucho cantor que, ante un auditorio de oyentes analfabetos, cuenta acompañándose con su guitarra las desgracias propias o ajenas. El protagonista empieza por presentarse y narrar sus relaciones con el medio, su familia y las tareas que realiza.

La obra MARTÍN FIERRO

El Martín Fierro se inscribe en la tradición gauchesca, pero si se lo propone como culminación de un desarrollo “natural” de esa literatura puede implicar considerar al guacho con un desarrollo del mismo tipo (nacer, vivir, morir...). Pero no se debe olvidar que la realidad política y social del guacho fue la responsable de su desaparición. La obra de Hernández se aparta de las formas tradicionales que adquirió la literatura con gauchos porque origina una nueva conciencia rural, interesada en la denuncia de la condición social del gaucho, diferente a la anterior, que tenía una concepción urbana. En oposición a la de sus antecesores, esta obra es representativa del saber y la experiencia del campo, y se presenta elaborada literariamente con la creación de un nuevo lenguaje. El Martín Fierro propone otro viraje importante: la elección ideológica de presentar al guacho como sujeto del relato y no como su objeto.


Partes de la obra

La obra de José Hernández se publicó en dos partes. La primera (La Ida) apareció en 1872, en forma de folleto barato, junto con otros escritos periodísticos y políticos. Es un poema extenso dividido en cantos, y en el prologo, Hernández expone sus objetivos, que se refieren a querer presentar al gaucho que tenía una mala condición social. En esta parte Fierro evoca la vida feliz de los habitantes de la campaña y su ambiente familiar, hasta el reclutamiento obligatorio hacia la frontera. Narra los ataques que sufre por parte del malón en el fortín. Luego de tres años, huye y al regresar, su hogar ya no le pertenecía (se lo habían robado), por lo que se hace un “gaucho matrero”. Mata a dos personas, la justicia lo persigue, y se hace amigo de un comisario (Cruz). Estos dos deciden huir de la civilización y refugiarse en el desierto entre los indios.

La segunda parte (La Vuelta) se publicó en 1879, y en el prologo añade otros objetivos a los que ya había formulado, relacionados con el deseo de integrar al gaucho a la a vida institucional de la nación. Esta segunda parte está compuesta por treinta y tres cantos, y narra el sufrimiento de Cruz y Fierro entre los indios, la muerte de Cruz, el encuentro de Fierro con la cautiva y la lucha con el indio que la castigaba; su regreso a la civilización, el encuentro con sus hijos y los relatos de estos. Se destacan el relato del hijo de Cruz; el encuentro de Fierro con el hermano del moreno; los consejos de Fierro a sus hijos y al de Cruz, y la separación de los cuatro personajes. La segunda parte muestra una diferencia sustancial en cuanto al carácter militante de la primera. La Ida propone una denuncia de las consecuencias que el proyecto civilizador de Sarmiento tuvo para con el gaucho. A diferencia de esta, en La Vuelta hay ciertos propósitos destinados a “educar” al gaucho para integrarlo a la sociedad.

El lenguaje

En el poema se utiliza la sextina (estrofa de seis versos de arte menor) y los versos son octosílabos, reforzando su carácter popular. Esta originalidad se refiere a las posibilidades que ésta ofrece para reproducir el habla gaucha, con falta de enlaces lógicos y su desconocimiento de las reglas gramaticales. Esta obra construye un nuevo género, producto de la reelaboración literaria del saber y de la experiencia rural. La lengua de este género expresa una conciencia distinta, y sus rasgos se manifiestan por las peculiaridades fonéticas, los arcaísmos y los americanismos que contiene. En el plano del significado, propone una utilización de la metáfora y de otras posibilidades connotativas del lenguaje. En el Martín Fierro se propone un programa para la cuestión del guacho que Hernández realiza junto con su obra periodística y política. En sus artículos establece un diagnostico que determinará un proyecto social para modernizar la pampa con los elementos de la cultura rural. Hernández considera una desigualdad en la aplicación de la ley, ya que el guacho sufre las arbitrariedades del poder más que nadie.

Bibliotecas virtuales.com
http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/LiteraturaArgentina/josehernandez/MartinFierro/index.asp

Biografias y vidas
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/h/hernandez_jose.htm

José Hernández
http://liduvinacarrera.blogspot.com